28 feb 2009

¿Cantar bajo la lluvia o rugir sobre la tormenta?

Hay momentos sin estrella, vagabundos, que intentan encontrar esquejes de vida entre un asfalto de semáforos y árboles solitarios, entre un paisaje de papeleras bien cuidadas y de señales de tráfico omnipresentes. Anuncios publicitarios, nos avisan de que la felicidad es posible, y tiene un precio. Vitrinas bancarias, dejan relucir sus bondades a los ojos del buen ciudadano; persona conforme, trabajadora, puntual consumista, espectadora respetable y reconocida demócrata aspirante, un día, al primer premio de la lotería nacional.
Mientras, yo ya no sé, cada vez menos entiendo…¿Cantar bajo la lluvia o rugir sobre la tormenta?
El frío y el calor se encuentran de madrugada, tras besos extraviados evaporados por el tiempo, tan implacable en su quehacer cotidiano como flexible en su memoria. Y de repente, lo ves todo claro. Demasiado, quizás ,para unos tiempos ,como casi todos, de una lógica proyectada desde un alto inaccesible, pero igualmente derrumbable.
Dudas y convicciones; angustias rebosando cuerpos solubles en ciegos huracanes lacrimados. Y es que…¿Caminar cabizbajo sacudido por pensamientos quejumbrosos o estampar tu rabia contra la falsa transparencia de una realidad tan lejana de lo bello imaginado? Lo imaginado no será bello en todas sus facetas, lo sé, pero su belleza está en la propia construcción de lo que es real, propio y surgido de la libre elección consciente, autónoma, botada en alta mar y navegada con osadía por la creatividad… quizás no es tan difícil gritar de alegría: sólo hace falta saber apreciar el continuo palpitar del agua al borde de un minúsculo riachuelo para darnos cuenta de que es precioso respirar. Pero sales de allí, de ese preciso espacio-tiempo que se te presenta entrañable, y cuesta creer en este mundo: cuerpos teledirigidos se entrecruzan sin reconocerse por dentro, y en las industrias culturales permanecerá encerrada la praxis poetica .

Este momento nos ha tocado en suerte, y puede ser que para bien, pues de otra forma no podríamos atisbar nada, simplemente no seríamos. Entretanto, confluencia de momentos amargos, y alegres; momentos de melancolía, y momentos para derribar las puertas que cierran el paso de lo imprevisible. Izquierdas, derechas, centros: el oro a todos vale, el corazón a todos asusta; la razón, inevitable parámetro desde tiempos ilustrados, se cobija a la sombra de unos y otros. ¿Qué es la verdad, qué es la razón? A veces, fieles aliadas, constante reflujo de microdosis balsámicas , energía dinamizadora de futuros procesos extasiásticos; otras, crueles estandartes de una bondad e impotencia que apestan.

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