22 oct 2012

Immanuel Kant


Ahora que por fin estoy abordando una primera lectura a la Crítica de la razón pura, se me ocurre que podríamos dividir a la humanidad en dos categorías, una (en la que me incluyo), la de quienes no conocen el opus kantiano y a la vez son capaces de aplicarlo a su discurrir cotidiano y otros benditos cuyo intelecto les agasaja con semejante don.
En primer lugar tomar conciencia de que cada uno de nosotros somos seres cuyo intelecto está creado por la naturaleza de manera óptima a la vez que nos arrebata el ser. Es decir nadie puede ser un objeto que no sea su mismidad Sólo podemos pasar impolutos por eso que llamamos fenómenos y que sin embargo, tan profundamente recorren nuestro cuerpo que los tomamos por entes objetivos cuando en realidad son vivencias absorbidas y expelidas torrencialmente.
Por consiguiente, de las diferentes formas en que se nos presentan el mundo fenoménico existen otras tantas categorías capaces de acudir en su busca para ponerle una estampilla determinada. Estas categorías son obra del ser humano y los objetos obra de la madre Naturaleza. A ello hay que sumarle la asaz empresa del entendimiento intersubjetivo del ser humano mediante un lenguaje que desde mi posición califico de metafísica. No existe ulterior metafísica de un objeto o realidad que el nombrarlo, todo lo demás es anterior, según mi propia opinión. De este modo el ser humano es creador creado, lo cual se puede aprehender por los sentidos y no resulta ser más que una evidencia.
Aquí parecería que me atrevo a tratar los problemas actuales de la filosofía y la ciencia de soslayo cuando en realidad es que los simplifico reduciéndolos a una mera techné. De este modo las complicaciones irrumpen cuando tal y como el propio Kant escribió: “El principio de la unidad sintética de apercepción es el principio supremo de todo uso del entendimiento”. Este principio engloba el sentido interno o intuición que actúa espacio-temporalmente y la imaginación que también está sujeta a las categorías que la propia naturaleza ha impuesto y de las que no se puede escapar ningún intelecto por más que se rebele. Esto es, espacio, tiempo, causa, efecto, posibilidad, imposibilidad, universalidad, particularidad, individualidad y pluralidad. Ya los filósofos estoicos, condenados por querer educar y liberar a la humanidad; apuntaban que todos los seres humanos y los animales hasta cierto punto, tienen unas pautas de conocimiento común de los fenómenos.
Por consiguiente, no es el olvido del ser puesto que el único ser que podemos conocer bajo la lema; “Conócete a ti mismo” y ello se lleva a cabo con el canon que la idea de apercepción trascendental se establece en el opus kantiano. Esto es lo en mayor o menor medida nos otorga el acceso a la creación de esas realidades fenoménicas a las que el filósofo de germano se refiere. No obstante se echa de menos en la obra kantiana referencias a lo que él en su día no conocía como tal, pero que irrumpió en el siglo XX como una nueva filosofía, hablamos del giro lingüístico.
En cualquier caso, el giro lingüístico es un tópico que pertenece al utillaje de la hermenéutica e innecesario a las pretensiones antropológicas de Immanuel Kant. Kant trae a colación la realidad mediante lo que considero una meta-realidad, esto es, el lenguaje. Hay fenómenos que por suceder en un tiempo limitado sólo pueden reaparecer metafísicamente mediante los conceptos mientras que otros que pueden estar espacialmente lejanos pueden ser aludidos.

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