8 jun 2010

"La Mayoría Silenciosa"
(Segundo acto del Ruedo Ibérico)
Atisbo con el curioso embebecimiento del lego impertinente como tras la debacle económico-social del estado griego propiciada, en parte, por el pavor atenuado de los mercados financieros - esa despiadada balumba del universo bursátil imbuida en sus jugosas operaciones de agiotaje desenfrenado- la voz popular ibérica, vox populis iberiae, durante tanto tiempo adormecida sobre el mullido regazo de una ilusoria prosperidad, se despereza, al fin, del dulce letargo para condenar al unísono una verdad tan evidente y descarnada que hasta el más necio se sorprendería asimismo cuando algunas egregias personalidades de este país la declamasen como el descubrimiento de una nueva América. Al fin y al cabo, por mucho que los encargados de mantener el orden institucional se lo propongan, aquella ruborosa Verdad fue asumida tiempo atrás: la democracia ha llegado a su fin y cualquier discurso enhebrado con las hiladuras del credo democrático será finiquitado sin preámbulos como un cínico y embaucador juego de palabras carente de todo sentido. La manida trama democrática, - que tanto ha servido de mampara para los usos y desusos del nuevo orden mundial- se deshace, cual profusas ilusiones de un infante engreído, cediendo su plaza a un “poder inasible” acaudillado por una minoría no-electa y amparado con el beneplácito del estado soberano. La principal arma arrojadiza de esta inefable oligarquía financiera mundial anida entreverada en su omnímoda ubicuidad. Inmune a los ataques que le llueven por todos lados, su “poder” se extiende a cada uno de los rincones del planeta parapetándose tras los recovecos del embrollado laberinto ahormado por el triunvirato burocrático, financiero e institucional.
Mas no perdamos nuestro valioso tiempo rompiéndonos la cabeza con farragosas definiciones que no aportan ninguna novedad en el seno de la intelectualidad hispana “mire usted, yo no nací ayer porque esto se veía venir de muy lejos” – comenta la mayoría silenciosa-. ¡Y tan de lejos! Otrora la historia – concienzuda garante del pasado, presente y futuro – también nos ha testimoniado la falibilidad de cualesquiera organizaciones sociales, - llámese feudalismo, monarquía, república, o democracia-, ejemplarizada a través del hundimiento de imperios, naciones y modos de vida. La decadencia concomitante, pues, en la dinámica histórica ha sido objeto de diversas discusiones y modelajes desde la aparición de la obra de Spengler intitulada La decadencia en Occidente. Así, nadie pararía mientes, a día de hoy, en sostener que, por ejemplo, el estallido de la Revolución Francesa pillaría en calzoncillos a Luis XVI y sus acólitos palaciegos en la corte versallesca o bien, la toma de Roma por Alarico I cayese a modo de un imprevisible jarro de agua fría en aquel período del cristianismo rampante.

Con todo, en España nada es evidente mientras no se demuestre lo contrario. Sin embargo, el descalabro del capitalismo financiero mundial unido a la profunda crisis económica e institucional del terruño nacional y la puesta en escena de los mayores recortes sociales en la historia de la democracia, han encendido el piloto de alarma en el corazón del pueblo ibérico ¡El capitalismo no funciona! ¡El capitalismo no es infalible! – vociferan a bombo y platillo en los cenáculos de la intelectualidad ibérica- Ahora, cuando empujado por la inercia mundial, el estado claudica y se humilla ante los arrogantes predicamentos de la oligarquía financiera mundial, aquéllos se lanzan a un tira y afloja para poner a las claras los agujeros negros detectados en el centro neurálgico del sistema capitalista: el mercado financiero. Pero caballeros, si como no se cansan de replicar, “esto se veía venir de muy lejos” entonces, ¿por qué nadie hizo nada? Los gallos se pavonean alrededor de las aturulladas gallináceas, “Bueno, todo a su debido tiempo. Aquel no era el momento preciso de emprender acciones y al final todo se nos vino encima” Por consecuencia no se hable más. A todas luces, la culpable de este entuerto no ha sido más que una cicatera cabriola del Destino juguetón, empeñado en hacerle pagar los platos rotos al ciudadano, consumidor y votante que, poco o nada, tiene que ver con el acusado desbarajuste en la balanza del mundo capitalista. Tal vez, el Destino despiadado, a semejanza del irascible Dios judío, encolerizado ante las consabidas insolencias del pueblo israelí, nos infrinja tamaños castigos para aplacar nuestra irreverente vanidad.
Ya saben ustedes que no hay mal que por bien no venga y mutatis mutandis podemos colegir, tomando un retorcido adagio del credo filosófico que, a fin de cuentas, vivimos en el “mejor de los mundos posibles” dónde todos los males se convierten, por ensalmo, en “necesarios”. La justificación parece obvia y aunque la mayoría silenciosa se empecine en darnos a entender lo contrario, insinuando que, quizá todo este malestar financiero no proceda de un maquiavélico – aunque necesario- designio de la Moira despiadada, sino, tal vez, del manirroto comercio capitalista ejercido gracias al confabulado monipodio de unos cuántos conminados en su ciego afán por alcanzar, cuanto antes, la gloria eterna en el paraíso terrenal de las finanzas, la implacable historia del capitalismo sanguinario continúa su marcha triunfante. Bien que ahora, como digo, la mayoría silenciosa se despepite, alzando envalentonada la voz, entretanto van cumpliéndose uno a uno los carpetovetónicos designios del Sino despiadado y los encargados de volver a engrasar los carcomidos engranajes de la economía nacional, no serán sino aquellos que, por desgracia, menos pintan en todo este desaguisado. Y es que señores, ¡para eso está la Democracia! Ahora todos juntos y llevados de la mano aportaremos nuestro granito de arena en la recuperación de la maquinaria nacional. ¡Viva la Igualdad, la Libertad y la Fraternidad! ¡Viva y mil veces viva! ¡Viva hasta el infinito y más allá! Visto así, no hay porqué ponerse hecho un cristo si ora el minero de Asturias, ora el empleado de una cochambrosa cadena alimenticia en Almería tienen que “apretarse el cinturón” – como bien afirma y reafirma el cinismo mediático en vez de utilizar expresiones tanto o más verosímiles como “hundirle un poco más en su miseria- para sacar el barco a flote y atraer, cual oro de las Indias, la flor y nata de los mercados financieros. Al contrario, todos deberíamos estar orgullosos. Orgullosos es poco decir ¿Quién no sentiría henchirse el pecho cuando conocemos que el Senado se gasta más de 6000 euros en cada una de sus sesiones para la contrata de traductores cualificados? ¡Ni en el seno de las Naciones Unidas cabría semejante despilfarro! ¿Tal vez nos enorgullezca aún más saber que los componentes de la selección española se embolsarán, en el caso de ganar el mundial, la friolera de 600.000 euros por cabeza? ¡Es que en España no escatimamos un euro en pamemas! ¡Aquí las cosas se hacen por todo lo alto! Pero vayan ustedes, mi muy señores míos y díganle al pescador gallego, el camarero catalán, el obrero vizcaíno o el taxista valenciano que nunca han pensado en hacer un mínimo esfuerzo y proceder a comunicarse en castellano o, a lo sumo, contratar un profesor particular de inglés con el sueldo de los traductores para, dado el caso, emplear esa lengua en sus sesiones. Tampoco vamos a estar dando tijeretazos a diestro y siniestro: sigamos con nuestro senado políglota y que la mayoría silenciosa se las apañe como pueda con la congelación de los salarios, las pensiones, los recortes sociales y la supresión del cheque-bebe. Todo sea por el bien de las autonomías y la selección española.

Así y todo, podemos esbozar una hipócrita sonrisa de complacencia cuando miramos a nuestro alrededor y, en efecto, corroboramos que la actual coyuntura mundial es el resultado evidente de un “mal necesario” - a tenor de los también inminentes “apretones de cinturón” tanto en Italia como en nuestra vecina Portugal. Visto lo visto deberíamos considerarnos hasta privilegiados porque en tales circunstancias hemos tenido el coraje suficiente para salir primero a la palestra y anunciar lo inevitable. Sin embargo la Fortuna no sonríe a todos por igual y diferentes países del marco europeo hórreos, por el momento, de los malévolos designios del Hado despiadado, tientan a su antojo la suerte caprichosa. Pero seamos realistas ¿podrían tales medidas llevarse a cabo en países como Francia, Alemania, Suecia o Finlandia? Sin preámbulos ni rodeos innecesarios la respuesta sería un rotundo no. “Y es que los franchutes son una miajita agarraos - me comentaba no ha mucho un sevillano de Dos Hermanas- y eso de arrimar el hombro por sus semejantes no va con ellos. ¡Ozú quillo, yo me queo con la servesita, el chiringito, la playa y el furbo! Que por muncho que digan, como la gente española poca o ninguna encontrará”. Sin duda, aquel no se equivocaba y llevaba su parte de razón porque en las combativas Tierras Galas saben por experiencia que allí nadie pagará los desperfectos ocasionados por los devaneos de la clase financiera. Si no, vaya usted otra vez y dígale al terne jubilado alemán, sueco o francés que, de ahora en adelante, se verán obligados a dejar en la cuneta sus prolongadas vacaciones mediterráneas, al disfrute del calor, el sol, el mar y la playa porque el mundo de la finanza se ha desplomado y el país no anda como debería andar. Pero, Spain is different. Aquí todos cerramos la boquita, arrimamos el hombro y no tenemos ningún reparo en echar mano a los impuestos del risueño camarero andalusí y renunciar a nuestras vacaciones estivales para que la maquinaria económica se ponga otra vez a rodar. ¡No se diga más! Si mañana el gobierno anuncia otra subida de impuestos porque en el Senado han decido contratar una nueva partida de traductores mucho mejor cualificados, no se muevan de sus asientos, aquí estamos pá lo que ustedes manden. “¡Aquí, no pasa ná! ¡Que pá eso estamos nosotros quillo, pá sacá este paí a flote! – replica el dicharachero sevillano- Ezo guiri son tos unos amargaos de la vía ¿Acazo los zueco u alemane pueden apresiá er divino arte de la Pantoja? Otra vez te doy la razón, mi estimado hispalense, porque bien pensado los suecos y alemanes no están hechos de la pasta ibérica y, por mucho que aplaudan entusiasmados ante el voraginoso zapateado de un bailador sobre el tablao o los desgarradores jipíos del cantaor flamenco arrobado en el candor de una farruca, aquellos nunca llegarán a degustar el sublime garbo y donaire de la Tonadillera, ni entender cómo ésta levantaría tan pródigas pasiones en España, cuando algunos la enseñorean, allá por donde pisa, para verla ungida con la alcaldía de Marbella. ¿Cómo llegaría alguna vez el sueco taciturno o el alemán apergaminado a apreciar tanta gracia y salero ibérico? ¡Ezo, Ezo! Bien ha dicho mi niño, ¡te me comería toíto a besos! ¡Que arte, que grasia y que ojasos! – continúa aquél-. Y más ahora que media España llora la funesta suerte de la Tonadillera reclamada por la tuerta Justicia y la otra media se resigna a este “mal necesario” dejemos a los bonachones jubilados suecos o alemanes disfrutar de la playa, el chiringuito y los coloridos faralaes de la apetecible bailadora, mientras nosotros le pedimos a la Virgen que por favor nos eche una manos para salir adelante y lleve a la selección española en volandas hasta la ansiada final del mundial “¡Pide lo que quiera por esa boquita mi arma, que la luna pondré a tus pies si farta hace!” Gracias, mi amabilísimo andalusí, pero este año tan sólo me conformo con ver a la selección española alzando la copa del mundo y a la mayoría silenciosa echándose a las calles para celebrar tamaña proeza.

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