18 ene 2011

De la agresión social: brotes violentos en Murcia

A raíz del enardecido clima social vivido en la Región de Murcia desde la aprobación de la Ley de Medidas Extraordinarias el pasado 22 diciembre, se produce un hecho a todas luces deleznable como ha sido la paliza propinada al Consejero de Turismo y Cultura. Sin embargo, la actitud adoptada por algunos políticos y medios de comunicación – para mi sorpresa la edición electrónica de la Opinión titulaba un pie de foto donde aparecían varios representantes del Gobierno regional a su salida del hospital Reina Sofía con el siguiente comentario: “atentado contra el Consejero”- se hacen aún más lamentables que la propia agresión, cuando advertimos el bochornoso e interesado manejo del tan penoso incidente por parte de las camarillas de opinólogos y estadistas ibéricos. Para unos, como los dirigentes del Partido Popular, este grave episodio se engasta dentro de una evidente “persecución política” consignada en la Región de Murcia contra el PP y llevada a cabo, en gran medida, por los partidos y grupos arracimados en torno a la oposición. En tanto para otros – medios de comunicación partidistas- la agresión no responde ni más ni menos que a un manifiesto atentado contra la Libertad, con mayúscula, aherrojada en el interior del marco democrático amparado gracias a la atenta vigilancia del Estado de Derecho. De este modo, ambos estamentos se congratulan mutuamente fundiéndose en su caluroso abrazo de los principios democráticos. Regurgitan el valioso idiolecto democrático para condenar unánimemente cualesquiera episodios acontecidos fuera de las coordenadas trazadas a priori sobre aquello que conlleva la etiqueta del buen demócrata y se aseguran una respuesta contundente, dentro de lo políticamente correcto, llenándose la boca con palabrejas tan vacías de sentido y significación como Justicia, Libertad o Estado de Derecho. Pareja actitud cuadra muy bien con la inepcia exhibida por la gran mayoría de la diputambre a la hora de afrontar la bulliciosa actualidad que zarandea los cimientos de la sociedad española desde el aterrizaje forzado de la crisis económico-político-social. El politicastro de turno sólo ha de limitarse a repetir hasta la insania las abracadabrescas fórmulas democráticas, sin pararse mientes un instante a sopesar las “posibles causas” que, en realidad, se esconden tras unos acontecimientos tan fuera de lo común como la agresión a un representante del Gobierno Regional en la Región de Murcia. Al modo del ilustre escolástico convencido de la Transubstanciación del pan y el vino en el cuerpo y la sangre de Cristo gracias a los ensalmos hilemorfistas de las teorías aristotélicas o de aquel bufonesco doctor en medicina, retratado por el genio de Molière en Le malade imaginaire, persuadido en la efectividad de su explicación filosófica acerca de las propiedades dormitivas del opio al consignar que éste ciertamente poseía una “virtus dormitiva” provocadora del sueño, la diputambre se conforma con enarbolar el sacrosanto vademécum democrático para dar por zanjada y concluida cualquier especulación en torno al susodicho incidente que, a su vez, se inserta dentro de un marco mucho más amplio y complejo. Un marco modificado a tenor de una creciente animadversión contra el estamento político que, en algunos casos puntuales como en Grecia e Italia, ha desembocado en sendas agresiones a los representantes de sus respectivos gobiernos. Sin esperar una respuesta de la mano de aquellos que estarían más interesados en reflexionar detenidamente sobre semejante fenómeno, intentaremos desenmarañar este raro episodio violento acaecido en la Región de Murcia con la intención de hallar la adecuada hiladura que nos oriente en este laberinto de Teseo.
Dentro de las diversas patologías violentas – violencia ante una situación adversa, peligrosa, desesperada, violencia impositiva, violencia provocada a consecuencia del odio, violencia consignada como una vía de escape, de liberación o la violencia en general, propia a la naturaleza de “lo humano” como muestran los trabajos de Konrad Lorenz- debería guardarse una especial atención a la “violencia social”. Ésta responde a una determinada sintomatología propiamente originada en el interior de una agrupación social cuando los llamados engranajes o resortes gubernamentales se muestran incapacitados para embridar o atajar un creciente descontento propagado en el seno de la población En nuestro caso la crisis económica juega también un papel manifiesto. Gracias a ésta se ha puesto en clara evidencia la gran farsa que se ocultaba tras la ampulosa fachada democrática y la obediente complacencia de políticos e instituciones ante los voraces designios del Gran Mercado Global. Este hecho ha logrado asimismo ensanchar, aún más si cabe, el descomunal abismo deslindando lo “que la política es” y lo “que debería ser” al tiempo que ha coseguido descollar una conciencia colectiva mucho más suspicaz a la hora de depositar sus aceradas esperanzas en el devenir de un Estado en pro del bienestar general si las riendas de éste continúan en manos de estos mismos dirigentes que aún no han encontrado ninguna solución efectiva para sacarnos del embrollo e, incluso, se divierten sacándose los colores unos a otros o denostándose mutuamente de infamia y prevaricación mientras el ciudadano asiste diariamente al impúdico desfile de políticos, empresarios, instituciones, jueces, abogados y consistorios salpicados por supuestos delitos de corrupción.
Cuando la clase política, puesta en el ojo del huracán, no alcanza las expectativas en ella depositada – dando la espalda al ciudadano para poner en marcha una política de decretazos encaminada a expoliar al más desfavorecido con la intención de agasajar a los todopoderosos mecenas del mercado- es normal que algunos individuos sientan un acuciante enojo porque consideran – y con razón- que sus derechos nunca prevalecerán cuando los omnipotentes soberanos del planeta financiero deciden dar un golpe de autoridad para volver a recolocar las piezas sobre el tablero democrático. Pero si además de lo ya mentado nos trasladamos a una Comunidad donde se registra la mayor tasa de paro nacional; donde recientemente se han aprobado una serie de reformas excepcionales propugnadas por el Gobierno regional para reducir el sueldo de los funcionarios – junto con la ya consabida reducción de estos mismos emolumentos a cargo del Gobierno Zapatero hace apenas un año-, aumentar el número de horas laborales y rebajar el coste de las horas extraordinarias, entonces parece como si el “atentado” contra el consejero comenzase a revestirse de un color diferente y los “ataques” a la libertad democrática aclamada desde muchos ámbitos de la opinión pública no se ajustasen exactamente a una sesgada interpretación maniquea de la realidad político-social en la Región de Murcia representada exclusivamente en términos de izquierda-derecha o democrático-antidemocrático. Cuando un rey se exime de sus responsabilidades y pone en peligro la vida de sus súbditos entonces, - afirmaba el padre jesuita Mariana- aquellos están legitimados para expulsarlo del trono. A ojos vista nosotros condenaremos todo acto de violencia para usurpar el lugar del rey, pero no echaremos en saco roto las enseñanzas del estratego jesuita. Así, traducido a los esquemas de la modernidad, la dictadura hipotecaria de los bancos, la violencia del estado ejercida a través de políticas sociales restrictivas, el aumento exponencial del paro, la congelación de los salarios y unas miserables expectativas de futuro, podemos estipular que muchos ciudadanos y familias enteras verán sus vidas amenazadas ante la efectiva falta de recursos materiales con los que abordar las imperantes necesidades del mundo moderno. La búsqueda desesperada de un empleo con la intención de rembolsar las hipotecas, evitar el embargo de los bancos o simplemente tratar de llegar a fin de mes e via dicendo nos hacen pensar que las paupérrimas condiciones de vida afectando en estos momentos a muchos individuos ponen en peligro, como suponía el padre Mariana, su propias existencias. Más aún si tenemos en cuenta que no hace tanto los llamados estados democráticos y soberanos se apresuraron a tender una mano y vaciar sus arcas para mantener a flote un sistema financiero torticero, arrogante e implacable con los más desfavorecidos.
Con lo dicho parece como si el descontento se apoderase otra vez de nosotros. Pero sigamos un poco más allá y de nuevo desviemos la mirada hacia la Región de Murcia para tratar de ahondar un poco más en los matices que revisten este contexto bajo el cual se ha producido la lamentable agresión al consejero. A todo lo antepuesto olvidábamos añadir un aspecto muy importante: la congelación indefinida de las Oposiciones en Administración, Servicios, Educación y Sanidad junto con la supresión de 200 plazas de funcionario (La Verdad 10-12-2010). Esto supone un enorme varapalo para cualquier licenciado, diplomado o particular preparando – o bien interesado en preparar- los exámenes de sus respectivas oposiciones. A tenor de la supresión millares de personas han visto inmediatamente truncadas sus esperanzas de futuro gracias a la zascandil administración de la Consejería Regional ¿Alguien podrá imaginarse la sensación de impotencia y ninguneo experimentada por miles de individuos a los que el Gobierno Regional les deniega y arruina sus carreras profesionales? ¿Es esta la laureada libertad democrática? ¿A eso se refieren políticos y medios de comunicación cuando atribuyen a este suceso el sambenito de evidente “ataque” contra el Estado de Derecho? Visto así, la libertad democrática se transforma mutatis mutandis en la amansada libertad del esclavo gozando tan sólo en sueños de este perlado privilegio y no obstante creyéndose, por esto mismo, libre. Pero el sueño nunca bastará para contentar y amilanar al esclavo porque un día éste saldrá de su onírica Arcadia para revelarse contra sus opresores.
Nuestro particular sueño dorado de nuevos ricos, nuevos libres y nuevos europeos se ha visto de repente quebrado ante los nefastos augurios aventados con la crisis económico-social. Perdida la fe del carbonero, la mansedumbre y atonía característica de la clase media española se muestran insuficientes para contener la ojeriza y descontento de algunos sectores de la población hacia los máximos representantes del estamento político. El ilusorio enriquecimiento hipotecario del español medio junto con el sorprendente – y delicado- avance y posterior derrumbe de la economía basada en el negocio fácil del ladrillo han caído como un jarro de agua fría sobre el adormecido español medio. Toda la parafernalia democrática - travestida en una cortina de humo para perpetuar la dictadura de los bancos y entidades de crédito- necesaria para garantizar un marco común de convivencia, evitando abusos e injusticias, ha exhibido su cara más horrenda y amarga. Esto nos indica que en la materialización de tan deleznable acto de violencia se conjugan algunas variables estructurales que ni políticos ni medios de comunicación han tenido en cuenta a la hora de valorar los “atentados y ataques” contra la democracia originados en la comunidad Murcia como simples altercados promovidos por individuos aislados del contexto social en el que se han originado tan lamentables incidentes. No se trata de disculpar, sino de comprehender el por qué de una acción del todo excepcional que debería ponernos alerta ante el patente cambio en el clima político tanto en la Region de Murcia como en el conjunto del territorio nacional. Antes, pues, de condenar los hechos desde la perspectiva de una “persecución política” o “ataque contra el Estado de Derecho” el estamento político debería arrancarse de una vez su hipócrita careta y entonar un solemene mea culpa, sabiendose “perscusores” indirectos de una situación social degenerando a medida que se hacían cada vez más visibles los imperdonables desfalcos y desatinos de nuestros gobernantes. La Región de Murcia necesita un cambio de aires, un lavado de cara capaz de devolverle la esperanza a una ciudadanía cuyos derechos se han visto flagrantemente pisoteados por el avieso mecenazgo político del Partido Popular. Una comunidad que no se merece soportar pasivamente el interesado manejo de unos hechos a cargo de un presidente regional inmolándose públicamente – o apareciendo en el programa televisivo El gato al agua denunciando la persecución que sufre su partido en la región de Murcia- para pedir la dimisión del delegado del gobierno y asegurarse de poner todo el “peso de la Ley” en la persecución y castigo de los cobardes agresores mientras la Comunidad de Murcia sigue sumida en un oscuro pozo cuya paredes se estrechan conforme nos hundimos un poquito más en él.

1 comentario:

Anónimo dijo...

En resumen, para violencia la del Estado, la que sufrimos cotidianamente, la que sufren particularmete aquellos murcianos que no son del PP y puden perder sus empleos por pertenecer a otro partido o sufrir acaso laboral, por no hablar de aquellos que malviven sin encontrar un trabajo perdiendo incluso su vivienda. La violencia contra los responsables de esto es poco más que natural.
Sin embargo, no aseguraría tan a la ligera que la agresión al consejero viene "a raíz del enardecido clima social vivido en la Región de Murcia" eso está por demostrar.

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