5 feb 2011

Cara abierta al Presidente del Gobierno


Señor Presidente del Gobierno,
desde el alcázar de la treintena, avizoro el trasegado panorama nacional con escepticismo y aprehensión. No podría negarle que semejantes sentimientos, acentuados durante los últimos meses, ya me rondaban con anterioridad al aterrizaje forzado de la crisis económica. Una crisis machacona que la gran mayoría de la diputambre – y perdone por la expresión tomada de Francisco Umbral- ha utilizado y manejado a su antojo para dar cuenta de todos los problemas que nos asuelan. La crisis, como le decía, se ha trastocado en una bienvenida panacea salvadora, empleada y recurrida insistentemente como respuesta simplificada e inmediata cuando alguien tratare – o intentase tratar- sobre la complicada realidad socio-económica de este país: todos nuestros males son consecuencia directa o indirecta de la crisis. La sola mención de la temida palabreja ya nos exime de acometer este enrevesado desaguisado desde una perspectiva mucho más amplia que hunda sus raíces en las hediondas entrañas de nuestro entramado socio-ecónomico. Un buen día, nos despertamos del dorado sueño europeo envueltos en la densa calima de una crisis que de golpe y porrazo sacaría a la superficie toda la escoria arrumbada durante años en las cloacas o alcantarillas del figurado palacete económico, erigido gracias a los discursos distorsionados y fabuladores de las camarillas gubernamentales en torno al consabido “crecimiento español”. Incluso llegaríamos a destacar a la cabeza de las mayores economías mundiales copando el séptimo puesto. Pero todo eso queda muy lejos, el oro y la plata del Potosí se agotaron mucho tiempo ha.
La componenda y el trampantojo urdidos durante tantos años de retórica fiambre y discursos sesgados, se desplomaría en un abrir y cerrar de ojos con tan sólo los primeras brisas alíseas de una crisis ahora trasformada en huracán. Crisis, que no ha menester recordarle, su Partido se encargó de silenciar, aplacar e incluso negar aduciendo para ello, la buena salud y fortaleza de la economía española. Las fementidas promesas de su Partido tocarían el techo de lo inaudito cuando presenciásemos atónitos la decisión de llevar a cabo los mayores recortes sociales en la historia de nuestra democracia. Unos recortes tan sólo contestados con una tímida huelga general mientras los de la ebúrnea gaviota voladora se frotaban las manos pensando ya en las próximas elecciones. Y es que en España el Gobierno siempre tendrá la inestimable ventaja de contar con el servilismo prestatario de un sindicalismo bonachón, doblegado e hincado de hinojos ante los designios de la mano que le da de comer.
Dejemos por el momento, señor Presidente, arrinconadas las faltas y desmanes cometidas en meses precedentes y vayamos directamente – si me lo permite- a poner los puntos sobre las ies de la más reciente actualidad. Según las últimas estadísticas aparecidas semanas atrás, España ronda los 4.250.000 de desempleados, esto es, un 20% de la población activa. Dentro de esta cuota, podemos asimismo desgajar la porción atinente al sector de jóvenes cualificados sin trabajo, el cual – aunque esto no le pluguiese a ningún Presidente del Gobierno- alcanza el 70%. Una cifra que me dejaría helado, aunque más allá del baile de cifras, lo realmente preocupante atañe a las escasas o prácticamente nulas expectativas depositadas en el futuro. Más aún, si tenemos en cuenta la inquietante reforma de las pensiones puesta en marcha con la intención de responder – según los argumentos falaciosos esgrimidos por su parte- a una inminente necesidad de reajuste estructural evitando así, que en lo venidero, una buena parte del P.I.B se esfume en la financiación de las pensiones debido a la transformación y modificación de la dinámica demográfica. Como explicación complementaria está muy bien, - de eso no me cabe la menor duda- pero se quedaría en evasivo subterfugio si no añadiésemos a lo ya expuesto que gran parte de la deuda española, así como europea, se encuentra en manos de los fondos de pensión. Y ahora no es el momento de incordiarlos demasiado. Lo principal será tranquilizarlos, tanto a ellos como a sus mercados, para evitar que la voracidad especulativa de estos últimos, se cebe con nosotros y nos ponga en un aprieto similar al de Grecia e Irlanda.
Pero seamos realistas señor Presidente, ¿acaso cree que aquí abajo nos chupamos el dedo? Le aseguro que la respuesta es un no rotundo porque ya hemos visto como se las gastan los de arriba. Así hace menos de un mes nos enteramos que la Mesa del Congreso rechazó la posibilidad de modificar el sistema compensatorio de las pensiones parlamentarias a tenor de la redomada negativa de PSOE y PP rechazando, sin discusión alguna, introducir cambios en el sistema. Si tenemos en cuenta que el nuevo complemento de pensiones a los parlamentarios se aplica desde 2006, aprobado tras una iniciativa conjunta del PP y PSOE – para esto señor Presidente si se llegan a acuerdos con la oposición- donde se establecía que los diputados y senadores sumando 11 años en el escaño tendrían garantizado el cobro de la pensión máxima estipulada en 2.232, entonces, ¿no estima un tanto abusivo su reforma de la pensiones? No es por ser aguafiestas pero aquí abajo también sabemos de las pensiones vitalicias de los dos ex presidentes del Gobierno fijadas en 80.000 euros anuales – sin hablar de los complementos procedentes de sus ocupaciones privadas. Pero esto no es todo. Aquí abajo nos llegaron incluso oídas de que ambos ex presidentes rechazaron formar parte del Consejo de Estado para tratar de abordar la crisis, al enterarse que sus ingresos privados no eran compatibles con el cargo ¡Anda y que se pudra España! Mientras yo siga cobrando una pensión vitalicia del Estado – pagada por todos y cada uno de los españoles- y llenado mis alforjas como asesor de Endesa y Gas Natural. Pero no nos vayamos por los cerros de Úbeda, señor Presidente.
Le comentaba que tras la reforma de las pensiones el futuro se enfosca un poquito más, sobretodo para ese sector de la populación comprendido por jóvenes cualificados, sin trabajo y sin ninguna expectativa de futuro porque constreñidos a la resignación, ven como la angosta aspillera de sus posibilidades laborales se estrecha cada vez un poco más ¿Por qué? ¡Vamos señor Presidente, es usted una luminaria, no me diga que no ha pensado ya en esto! En primer lugar porque ahora, tras la reforma, todo el mundo se aferrará a sus puesto de trabajo, como oro en paño, con la intención de jubilarse sabiéndose valedor de recibir la máxima cotización fijada. Ergo, durante los próximos años se liberarán muchos menos puestos de trabajo para los neófitos cualificados deseosos de entrar en el mercado de trabajo. En segundo lugar si estos no encuentran un trabajo hasta los treinta años – siendo muy indulgentes y optimistas- ¿hasta que edad se verán impelidos a trabajar para asegurarse una jubilación digna? No se preocupe, señor Presidente, porque ya he visto que su Gobierno se ha puesto manos a la obra para solventar esta enojosa dificultad, dando con la clave de bóveda: mandémoslos a Alemania. En efecto, ya que la escasez de puestos de trabajo en España nos corroe como un cáncer, enviémoslos fuera para que se ganen el pan, reproduciendo de este modo unas pautas de actuación similares a las del régimen franquista. Hasta que punto la situación en este país es catastrófica cuando a través de los medios de comunicación se organiza una campaña para animarnos con bombo y platillo a realizar una emigración forzada, dadas las terribles condiciones del mercado laboral. El ejemplo alemán nos pone ante los ojos un claro contraste de la insalvable distancia entre ambas economías así como de las nefastas repercusiones de la crisis en este país que, según vociferaba el otro, el castrador de cerdos – de nuevo perdone por la expresión pero esta vez no he podido contenerme- tiene “sed de elecciones” cuando lo que de verdad tiene es “sed de justicia”. Sí, digo Justicia, con mayúsculas, porque de un tiempo a esta parte el arte del birlibirloque se ha extendido exponencialmente por todo el territorio. Toda la balumba de dirigentes, instituciones y altos cargos conchabados con empresarios, constructores y hasta alguna personalidad del famoseo, salpicados por el fango de la corrupción, amaño y fraude fiscal no han hecho sino agravar el descrédito y alelamiento de la diputambre de cara a los ciudadanos.
Ya nadie se traga las patrañas y bazofias de la pseudo-democracia tendiendo una alfombra roja para el pizpireto desfile de los mercados financieros. El delusorio manejo de su Partido y el mohín risueño de la oposición esperando impacientemente la voz de las urnas, no consiguen sino acrecentar mi descontento, malestar y desprecio hacia los que se supone cancerberos de un bienestar social arruinado a despecho de las mezquindades e ineficientes murgas y pandorgas del estamento político. Ante aquellos que no han sabido gestionar el futuro de la sociedad española, encastillados y amparados tras la engañosa mampara del diamantino crecimiento español, no cabe sino la crítica mordaz y el reproche siempre amargo de unas instituciones y una diputambre en las antípodas del auténtico espíritu democrático. Tan sólo espero, señor Presidente, y con esto me despido, que por una vez sopese detenidamente, reflexione y dirima sobre las actuaciones emprendidas por su Gobierno y la oposición durante los últimos años para vernos abocados en esta tremenda situación en la que ahora nos encontramos sumidos.

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