El tirano convertido en presidente
(Traducción)
¿Cómo un antiguo dictador podría continuar gozando de la impunidad a tenor de una serie de crímenes cometidos hace más de veinticinco años? Es fácil. No tendría más que presentarse a las elecciones, salir vencedor en las urnas y convertirse en presidente de su país. Protegido, gracias a la inmunidad ligada a su función de presidente, podrá, incluso, para estar tranquilo, convencer a los diputados que lo han elegido de elaborar una ley de amnistía en su favor.
Tal es el escenario desplegado en uno de los estados más pequeños de América del Sur, Surinam (510.000 habitantes y 163.000 km cuadrados), ex Guayana holandesa, e independiente desde 1975. Un territorio que los Países Bajos, seducidos por sus plantaciones de caña de azúcar, obtendrían de Inglaterra tres siglos antes, tras la firma del tratado de Breda (1667), a cambio de la Nueva-Ámsterdam, la futura New-York. El ex tirano, en uniforme y nombrado presidente democráticamente, se llama Desiré Bouterse (Desi para los compatriotas) y tiene 64 años. Incorregible “golpista” en su juventud, acusado de múltiples asesinatos y luego reconvertido a la política y los negocios en la categoría de narcotraficante. Desde hace más de tres decenios su nombre ha mancillado periódicamente la breve historia de Surinam. Lugarteniente y luego coronel que antaño mostraría su simpatía con los gobiernos socialistas de la región, fomentará el golpe de estado de 1980 para convertirse en el hombre fuerte del país. En la noche del 7 al 8 de diciembre de 1982 se pone en marcha una terrorífica operación: los quince principales opositores a la dictadura – dos militares y trece civiles- son ejecutados secretamente en Paramaribo, la capital del país. Durante varios años, una guerra civil arrasará el país, provocando el exilio forzado de gran parte de la populación hacia la Guayana Francesa. En 1987 una tentativa golpista, dónde esta vez Bouterse era la víctima, le obliga a dejar el poder. Sin embargo, años más tarde, 1990 volverá a hacerse violentamente con el poder. Después del retorno de la democracia se lanza a la conquista de la presidencia sin éxito. En 1999 el tribunal del la Haya le condena a once años de prisión por haber dirigido un cártel de droga en el país. Pero la ausencia de un tratado de extradición entre los Países Bajos y su antigua colonia impedirá la ejecución de la pena.
La “masacre de diciembre”, aún sin las reparaciones exigidas por la justicia, había traumatizado el país. La reconciliación nacional exigía que se hiciese justicia cuánto antes para pasar una trágica página de la historia nacional. En 2007 Bouterse reconoció su responsabilidad política en los asesinatos, pero negando haber cometido la carnicería, promovida, según afirmaba, por un jefe del ejército Paul Bhagwandas. Una alegación imposible de verificar si tenemos en cuenta que el susodicho comandante moriría en 1996. El 1 de diciembre de 2007, el proceso de Desi Bouterse junto con una quincena de responsables – entre ellos el primer ministro y el antiguo jefe del ejército- se pone en marcha en Paranimbo, delante de un tribunal militar, aunque presidido por un juez civil. Los acusados se enfrentan a más de veinte años de prisión. El proceso va para largo, dejando a Bouterse – que nunca llegará a comparecer en persona delante del tribunal- el tiempo suficiente para preparar una contraofensiva en el terreno político. Cuando se aproximaban las elecciones legislativas del 25 de mayo, aquél aprovechará para lanzarse de lleno en la campaña política a la cabeza del Partido Democrático Nacional (NDP), eje de una alianza entre los opositores, bautizada como la “Mega Combinación”. Bouterse tiene el don de gentes, dicharachero y con una potente voz desde la tribuna, le gusta cantar y danzar con sus seguidores. Con un cuidado bigotito y una encanecida perilla, reivindica orgullosamente desde la palestra sus origines amerindios. Su partido, con todo, es el único que presenta una candidatura compuesta por las múltiples etnias ya que el clima social aún no favorece la formación de grandes agrupaciones multietnicas. De cara a las elecciones y frente al partido de la oposición, Bouterse, lleva a cabo una campaña populista y seduce a los jóvenes para quienes los acontencimientos de 1982 no son sino agua pasada. Exhibiendo de vez en cuando una camiseta con la efigie del Che, aquél promete una mejora en el empleo, las prestaciones, el alojamiento y un aumento de las ayudas sociales. Resultado: la “Mega Combinación” obtiene 23 escaños de 51 posibles y comienza las negociaciones con otro partidos porque en Surinam, el presidente es elegido por los diputados con una mayoría de dos tercios sobre el resto de la cámara. Entonces Bouterse negocia incansablemente y, milagro, consigue el apoyo incondicional de su hasta ayer peor enemigo, Ronnie Brunswijk, un antiguo comandante que había dirigido en el pasado una guerrilla para desbancar a Bouterse del poder, si mis antepasados hicieron la paz con sus amos, yo puedo reconciliarme igualmente con Bouterse, explica el interesado.
Ningún jefe de estado ha asistido a la presentación del juramento llevado a cabo por Bouterse. El venezolano Hugo Chávez se excusaría de su ausencia en el último instante. La inmunidad de Bouterse lo protegerá durante su mandato de cinco años, aunque nos recuerda la Haya que éste no es bienvenido en Holanda.
Jean-Pierre Langeller, Le Monde, Paris.
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