11 nov 2008

EN LA OBRA

A pesar de todo su mujer, cada noche, le sigue preparando la nevera. Un litro de cerveza, un bocata para el almuerzo y unas lentejitas y una naranja para la comida. Por la mañana, se sigue levantando a las 6 y 30. En el bar: un café y un sol y sombra para matar el frio. Antes, su pelotazo matutino le ayudaba a pasar mejor los rigores del tiempo; frio en invierno y un calor abrasador en el verano. Siempre fue mejor el frio, bien abrigado se aguanta. Lo único las manos, que después de una hora ya no las sientes. Pero el verano, el verano es terrible, por más ropa que te quites el calor te sigue achuchando, cuando te reincorporas a las tres de la tarde, ya con el cuerpo castigado, el sol te da directamente en la cabeza. Te quedas aturdido, vencido y cuando ya piensas que no vas a poder aguantarlo más, aún no son ni las cuatro y media de la tarde y todavía te queda mucho tajo.

Pero se pasaba, el ser humano lo aguanta todo.

Ahora necesita una segunda dosis de su habitual medicina matinal para no pensar. Porque como le de por darle vueltas al coco ...

-Todo iba tan jodidamente bien. El encargao se daba de hostias por encontrar personal. Hasta el más patán encontraba hueco en la obra, aunque fuera llevando la carretilla para arriba y para abajo. Tan bien, tan bien, que el capullo de mi hijo se hartó de pasear los libros y con dieciseis añitos a la obra con su padre. Y a hacer dinero. Luego, los viernes cenaba en casa, se echaba dos kilos de gomina y regresaba el domingo con un careto que daba miedo verlo. Cuando cumplió los 18, no tardó ni un mes en sacarse el carnet y comprarse um pezado de coche que yo en mi juventud jamás hubiera soñado con tener. Ahora se pasa el día en la cama y por las tardes se va un rato con el coche, sin oficio ni beneficio, como el fracasado de su padre.

-Es que todo iba tan bien, tan bien. El caso es que yo realmente no ganabas más que antes, lo que ocurría es que había tantísimo tajo, que echabamos más horas que un reloj. Y por baratas que las pagasen, tantas horas al final de mes es dinero. Eso sí, cada peseta ganada había que sudarla. Vaya que sí. Algunos decían que tanto construir, tanto construir, que eso no podía ser bueno, que pa qué tanta casa. Y a uno no le gustaba oir eso. Joder, tanto construir ni que hostias. Pa una vez que uno hace algo de dinero. Pero es que uno se obceca y al final cae. Mi cuñao venga con la misma cantinela tos los putos días. Que no seas tonto, que ahora las casas las regalan. Me decía:

-¿Pero que te supone a ti gastarte 800 euros al mes de hipoteca con lo que estas ganado?. Comprate el chalet, que tu mujer se lo merece.

-Y la verdad es que se lo merecía, la mujer toda la vida limpiando en las casas de los demás y siempre un plato en la mesa, y siempre el pisito limpio como una patena. Pues sí, se lo merecía y tonto de mí que me lancé. Que cojones, me levantaba casi dos mil euros tos los meses, que eran pa mi 800 euros al mes, nada. Además, uno lleva ya muchos años trabajando, con el cuerpo molido pero siempre en la obra. ¿Cómo iba yo a pensar que me iban a largar?. Si es que cuando me acuerdo se me cae el alma al suelo. En el puto INEM me dicen que me tengo que reciclar. Adaptarme al nuevo mercado de trabajo. Y yo no me cago en sus putas madres porque los padres a uno lo educaron bien. ¿Reciclarme? Pero si yo prácticamente nací en la obra.

-Lo peor de todo es que ahora el capullo de mi cuñado me tiene que ayudar con la jodida hipoteca porque si no me quedo en la puta calle. A mi me gustaría decirle cuatro cosas, como por ejemplo por qué cojones ahora tengo que pagar 1000 euros al mes. Que quién el EURIBOR ese y que por qué no estoy viviendo en el piso de siempre, sin pagamentas que maldita la falta que me hacen. Si no mi hijo, lo que gana de paro pa seguir pagando el puto AUDI, que se lo metía por el culo. 47 palos y aquí estoy en el bar preguntándole a todo cristo si no les hace falta un obrero fino. Joder, yo llegaba aquí todos los días, pitillaco, café, sol y sombra y al tajo. Y nadie te miraba por encima del hombro. Ahora murmuran, que si a punto estuvieron de quitarle la casa. Que si uno no se puede dar esos aires de grandeza. Mira ahora, si no fuera por el cuñado que trabaja en la asesoría. Y a mi me dan ganas de ...

A pesar de todo su mujer, cada noche, le sigue preparando la nevera. Un litro de cerveza, un bocata para el almuerzo y unas lentejitas y una naranja para la comida. Después se va a fregar las escaleras y limpiar las casas de las señoras de algunos de los jefazos de la empresa donde antes trabajaba su marido. Que buenos son, se preocupan por sus antiguos empleados. Mucho no le pueden pagar, ya sabes, la crisis. Pero al menos le dan trabajo. Es cierto que ahora tiene que cobrar la hora más barata. Pero entre el paro que cobra su marido, las horas que echa ella y lo que le presta su hermano van tirando para adelante y un plato en la mesa siempre hay. Es una pena que el chalecito que siempre soñó tener lo hayan tenido que poner en venta. La verdad es que eso le duele. Ella piensa: -Es que no nos lo hemos ganado toda la puta vida los dos con el lomo agachado, pasando frio en invierno y calor en verano.

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