“El Gobierno de España nos lo ha quitado todo menos la dignidad”.
Francesc Camps y olé.
Dentro del mediocre panorama político español, preñado de individuos grises que atracaron en lo público sin haber demostrado ni su pericia ni su ética ni su vocación de servicio al común ante nadie más que sus amiguitos del alma, hay un personaje incomparable que sobresale por méritos propios: Francisco Camps Ortiz, natural de una pedanía de Valencia y educado por los jesuitas de esa misma población. Se podrán compartir o no sus ideas, criticar su gestión, tacharlo injustamente de reaccionario, urdir oscuras tramas para poner en entredicho su honradez, pero nadie, absolutamente nada ni nadie, puede negar que Camps sea un político excepcional, porque no es otra cosa aquel que con sus palabras, sus modales, sus actos, su efusividad, su elegancia y su talante positivo, sorprende, alucina, asombra y noquea a propios y extraños.
No, en ningún caso estamos ante una persona normal, porque lo normal habría sido que un tipo así, con esas convicciones morales y religiosas, ante los ataques que recibe de personas que no saben de su honestidad innata e inmarcesible, se hubiese recluido en el monacato para dedicarse en cuerpo y alma “ad maiorem Dei gloriam”. Y si no lo hizo, si no se recluyó en el monasterio de Santa María la Real de Valldigna, no fue por voluntad propia, porque sabedor de que las glorias de este mundo son vanidad de vanidades, estaba dispuesto a ello, sino porque el día en que tal decisión tomó, invocado por el Magistrado Juan Luis de la Rúa -de quién nuestro hombre dijo que habría que buscar una nueva palabra “en el diccionario diferente a la amistad para definir la sentida e íntima relación que hay entre el Presidente de la Generalitat y el del Tribunal Superior de Justicia de Valencia”- y por Monseñor García Gascó, se le apareció el Espíritu Santo, y le dijo: “Francisco, aunque estamos faltos de vocaciones y hemos de recurrir a impíos morenos y negros para mantener el monacato, tu misión trasciende los muros de los conventos. Sabemos el calvario por el que te están haciendo pasar hombres ajenos a Nos, de tu sufrimiento, y ello nos agrada sobremanera. El Padre, el Hijo y Yo mismo nos hemos reunido en cónclave y hemos decidido que, aunque la Gloria eterna la tengas garantizada, tu reino sí es de este mundo, porque la Iglesia te necesita para seguir penetrando en la sociedad valenciana, puntal que es hoy de la española. Somos conscientes, los tres, Padre, Hijo y Espíritu Santo, de la dureza de la misión que te encomendamos, pero has de saber que la Iluminación divina estará contigo ahora y en todo momento. Amén”. La paloma voló y desapareció en el infinito mientras nuestro hermano Francisco, arrodillado, sonreía y dejaba escapar una furtiva lágrima de gozo infinito que barnizaba su siempre morena mejilla.
Pocos días después de ese encuentro en la tercera fase que marcó un hito en la Historia del Universo, Camps compareció ante la Junta Regional de su partido en Valencia y con una fuerza que jamás se vio en político alguno del mundo, ni siquiera en su antecesor el actual asesor internacional de Telefónica Eduardo Zaplana, habló y dijo a los presentes: “Porque todo el mundo en España, los cuarenta y cinco millones de españoles saben que soy honrado, que tengo lo mismo que tenía cuando llegué a la política y nadie se puede creer que el presidente de una comunidad autónoma pueda venderse por tres trajes ni por tres platos de lentejas, que además no me gustan por que las inventó Negrín, es absurdo, y yo creo que es absurdo, y no sólo lo creo yo, lo cree el Partido Popular, lo cree la comunidad Valenciana entera, lo creen todos mis compatriotas, desde Finisterre hasta Cabo de Gata, toda España” y Dios Santísimo que está al loro de todo y sabe cómo se visten los hombre de bien como yo. Él, sí, el mismísimo Dios me habló el otro día, no por video conferencia ni por correo electrónico, sino mediante el Espíritu Santo, uno y trino, y me dijo para que lo difundiera a los cuatro vientos: “Paco, eres el primer Presidente de la Historia de la Humanidad al que acusan sin pedirle ni sus cuentas ni su patrimonio. Nadie en el planeta Tierra te va a dar lecciones de honorabilidad y honradez, porque tú eres Molt Honorable y los demás no. Te tienen envidia Paco, pura envidia porque saben que estamos contigo, que te apoyaremos en todas las circunstancias, porque saben que seguirás siendo Molt Honorable pase lo que pase y, además, que es lo que más les jode, entrarás en el Reino de los Cielos por la puerta grande para sustituir a San Pedro en el cargo del Negociado de Llaves, el pobre está cansando de tanto ir y venir y ahora con esos de Iberdrola, Endesa, Fenosa, Telefónica, Ono, Orange, todo el día llamando a la puerta, no puede más. Paco, no dejes de sonreír, predica, abraza, transmite el mensaje, te lo puso difícil Eduardo, pero tú, sólo tú, cualquier día andarás sobre la mar. Dale un beso a Rita”. Y se lo he dado, tal como me dijo el Espíritu Santo, le he dado un beso a Rita Barberá, que es para todos nosotros más que una hermana, más que una amiga, la madre que nos protege de toda aflición, como en aquel tiempo de nuestro pasado glorioso lo fueron Pilar, sí Pilar, Pilar Primo de Rivera, y la insigne Mercedes Sanz Bachiller, viuda de Redondo (Don Onésimo).
Con la mirada siempre al horizonte, radiante, el terno gris marengo, impecable, la tez cetrina y suave como el culo de un niño, la sonrisa dispuesta para la cámara y el gesto amable para quienes sabe lo merecen por su condición u oportunidad, Francesc Camps, que nos había recomendado a todos “ser felices, porque todos somos iguales, los calvos y los que tenéis pelo”, se entregó en cuerpo y alma a la difícil tarea de engrandecer Valencia para dar nuevas glorias a España. Como Pelayo y Santiago Matamoros, este hombre incomparable inició la reconquista del solar patrio y de la mano del gran ingeniero Santiago Calatrava, al que ha pagado varios millones de euros para que todo salga como Dios quiera, construyó la Ciudad de las Artes y las Ciencias, L’Hemisfèric, El Ágora, el Palacio de las Artes Reina Sofía, puentes, torres, dejando en el tintero obras de parecida envergadura en Torrevieja, Valencia y Castellón, proyectos que no se han podido llevar a cabo por la crisis y por la manía patológica que Zapatero tiene a Valencia, pues no puede decirse otra cosa de quien permite que se arrojen piedras dentro del santuario de la democracia como hizo el socialista Ángel Luna o que se hable de naranjas podridas en los medios cuando todo el mundo sabe que Valencia no produce ni un solo cítrico putrefacto.
Incansable, Francisco Camps –Paco para los amigos-, llenó la Comunidad Valenciana de escuelas católicas para que los buenos valencianos tuviesen una educación acorde con sus creencias, las de Camps; atendió a los sacerdotes en sus quejas contra esa herejía llamada Educación para la ciudadanía y les confió la educación sexual de los púberes, cortando de raíz el libertinaje en el que se movían miles de adolescentes más proclives a la tentación de la carne que a la castidad cristiana; construyó cientos de chabolas-escuela en contenedores parecidos a los de los barcos para que el populacho supiese de verdad lo que le espera en la otra vida y proclamó a los cuatro vientos su devoción por la Mare de Déu dels Desamparats y por San Vicente Ferrer, transformando una región otrora republicana y liberal, en uno de los bastiones eternos de su partido y de Dios. Inasequible al desaliento, pertinaz como la sequía, la iluminación del Espíritu Santo le hizo no escatimar esfuerzos ni dineros en su sagrada misión, auspiciando con sus buenas artes la recalificación de cientos de hectáreas para uso urbano, miles de solares, miles de edificios fueron construidos en toda la Comunidad por cientos de miles de trabajadores que hoy están en paro gracias al odio visceral de Zapatero a Valencia. En el camino, dos de las Cajas de Ahorros más importantes de España, Bancaja y la CAM, cayeron en desgracia sin que nadie, absolutamente nadie, ni siquiera Él, hayan pagado por ello: Al fin y al cabo los glorias materiales de este mundo son vanidad de vanidades, y eso, Francesc lo sabe. Como también sabe que dentro del partido “nos apoyamos todos, que eso es lo importante ¿no? Estamos todos muy contentos, la verdad. Nos apoyamos todos y eso es muy bonito. También lo apoyo a usted (Don Rajoy), que lo está haciendo muy bien durante estos días y estas semanas. Y la verdad es que nos apoyamos todos, porque es de la mejor manera para poder llegar cuanto antes a lo que les decía antes".
Ni Gurtel, ni Brugal, ni Fabra, ni el Bigotes, ni Ripoll, ni Castedo, ni el ladrillazo, ni el desastre de Terra Mítica, ni la ruina de las cajas, ni Groucho Marx: Francesc Camps, nada menos que todo un hombre, un español de los de antes, como Dios manda. Quién duda de mi, duda de Valencia, con dos cojones, y encima a hombros. Entrañable, verdaderamente entrañable.
Escrito por P. L. Angosto
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