Hace apenas unos días el señor presidente del Gobierno, Rodríguez Zapatero compadecía ante el Congreso de los Diputados para rubricar el apoyo incondicional de España a la creación de una “zona de exclusión aérea” en Libia, votada por el Consejo de Seguridad de la O.N.U. el pasado 17 de marzo. Más allá de los habituales rifirrafes entre la Oposición y el Gobierno atinentes a la preocupante coyuntura económico-social española, las razones aducidas por el señor Presidente garantizando el apoyo de España a las grandes potencias occidentales en la creación de un parapeto o escudo militar en territorio libio, fueron acogidas con júbilo y entusiasmo por los allí reunidos. Entre todas los argumentos esgrimidos aquel día, Rodríguez Zapatero no dejaría de mentar que la única y principal acometida de tan repentino ramalazo de solidaridad internacional hacia el pueblo libio procedía de la necesidad de proteger a la población civil de las salvajes represalias del coronel Gadafi, amigo íntimo del señor Berlusconi y no menos conocido de Nicolás Sarkozy y el ex presidente Aznar. Bajo el pretexto humanitario Zapatero repetía machaconamente la imposibilidad por parte de la Comunidad Internacional de continuar impasible ante las amenazas de un dictador pisoteando los derechos fundamentales de la población. Invocando a ese deux ex machina en el que se ha convertido la Democracia Redentora del benévolo Occidente, el Presidente se deshacía en recurrentes elogios hacia la Comunidad Internacional dadas las iniciativas y esfuerzos emprendidos desde el seno de la O.N.U para preservar el derecho del pueblo libio a decidir libremente su futuro. Tantos elogios para que al final de la comparecencia Rodríguez Zapatero olvidase elevar una tímida protesta contra la entrada en Bahrein de las tropas enviadas por la diamantina monarquía Saudí con la finalidad de ahogar y reprimir las protestas de la población, o bien una mínima alusión al vapuleo diario de los derechos humanos en España tras el repentino y unilateral endurecimiento de las políticas bancarias que no han hecho sino cuadriplicar el porcentaje de desahucios llevados a cabo en el país.
Las protestas de algunos particulares afectados por el viraje bancario han encendido las primeras luces de alarma. El cambio en las políticas bancarias viene inevitablemente acompañado con un aumento sustancial de las tasas estipuladas para el rembolso mensual de las hipotecas – dada la voracidad ilimitada de las entidades bancarias que tratan de reunir nuevamente su capital monetario sin atender a nada ni a nadie- que no ha hecho sino agravar los perniciosos efectos derivados de la nefasta gestión de nuestros dirigentes desde hace más de quince años, sobre una gran proporción de la población española literalmente ahogada ante semejo e inesperado endurecimiento. Familias enteras han visto como su suerte cambiaba de la noche a la mañana, pasando de recibir los parabienes de unas entidades bancarias volcadas con su clientela y deseosas de colocarle una hipoteca cuanto más abultada mejor, a tener que soportar las amenazantes e intimidatorias llamadas de aquellas mismas entidades que no ha mucho te proponían no sólo un piso en Alcobendas y una casita en la playa sino que además te regalaban una lustrosa vajilla de porcelana china para engatusar a los amigotes al tiempo que se comprometían a financiar el coche, los muebles y lo que se pusiera por delante ¿Unas vacaciones a cuerpo de rey en un exótico paraje al alcance de muy pocos? No se preocupe usted por nada porque le financiamos las vacaciones y le ofrecemos un tanto por ciento más para que invite también a su suegra. Del altruismo desinteresado a la amenaza hostigadora antes de pasar al desahucio definitivo que no acaba con la entrega de los bienes tasados por el banco sino que continúa con la injusta, humillante e incomprensible devolución íntegra de la hipoteca una vez te han dejado de patitas en la calle. No podría ser de otro modo dado el Edén judicial español, idóneo para fomentar el pillaje, abuso y correrías de los bancos.
Una de las primeras modificaciones en la ley Bancaria reclamadas desde las innumerables asociaciones conformadas durante los últimos dos años en España por hombres y mujeres ahogados con el pago de la hipoteca o pendientes de un desahucio inminente, radica en la supresión de la mayor injusticia social que campa a sus anchas en España y con la cual se gratifica a los bancos no sólo con la devolución de los bienes adquiridos a través la hipoteca, sino que asimismo se obliga a los afectados a restituir íntegramente el volumen de la hipoteca otorgada por el banco una vez se ha consumado el desahucio. Una jurisdicción bancaria, cabe recordar, única en toda Europa. De este modo, una vez el banco te ha dejado sin vivienda – vulnerando de este modo uno de los principios fundamentales de la Constitución dónde se reza que el Estado tiene la obligación de garantizar una vivienda digna a todos sus ciudadanos- el banco no ceja en su empeño de arruinarte la vida porque con la ley en la mano todo ciudadano está obligado a devolver religiosamente el resto y totalidad de la hipoteca.
Mientra se dispara el índice de la pobreza en España y los Centros de Caridad se han visto desbordados frente a la inesperada avalancha de ciudadanos desamparados ante su suerte traicionera, la ministra Elena Salgado zanja la discusión sobre la Reforma Bancaria excusando que en estos momentos ésa no es una prioridad en la agenda del Gobierno. Debe de estar repleta la agenda del Gobierno, pero ¿cuáles son entonces las prioridades del Gobierno? Si los altos vuelos del señor Rodríguez Zapatero no lo han llevado todavía a extraviarse en el cielo estrellado de la Moncloa es harto improbable que éste aún no halla advertido el “terrorismo” apabullante y la extorsión más propia de la mafia siciliana, concomitante a las prácticas de acoso y derribo al ciudadano emprendidas por las entidades bancarias en España.
Según la definición de terrorismo sumariamente consensuada en el seno de la ONU se califica de tal a, todo acto criminal encaminado o concertado para provocar un estado de terror en el público en general, un grupo de personas o personas particulares para propósitos políticos en toda circunstancia injustificable cualesquiera sean las consideraciones políticas, filosóficas, ideológicas, raciales, éticas, religiosas o de cualquier otra naturaleza que puedan ser aducidas para justificarlas… Aunque el diapasón interpretativo bajo el cual se sopesa la aplicación de un delito de terrorismo es tan dilatado y correoso que algunos lo manejan a su antojo para justificar la invasión de un país, encarcelar a un grupo de individuos, camuflar los asesinatos colectivos del ejército israelí durante sus incursiones en la franja de Gaza o bien calificar la presunta agresión a un consejero regional como acto terrorista, con la definición en la mano, lejos de las trampas, vericuetos y encrucijadas de la retórica política, la praxis despiadada y depredadora de las entidades bancarias en España debería ser, sin más, tipificada como delito terrorista.
A medida que pasan los días, aumenta el número de desempleados incapaces de hacer frente a las hipotecas y por ende el número de familias sobre las que pende una espada de Damocles bien afilada por los asfixiantes pagos mensuales, las insinuaciones barriobajeras del banco y las constantes amenazas de desahucio. Todo esto, acentuado por la incomprensible actitud de un Gobierno de pastaflora que no hace nada para aliviar la situación. Al contrario, ahora se dedica a subir y subir los impuestos mientra el precio de la gasolina alcanza récords históricos y el precio de los productos básicos se incrementa paulatinamente. Y todo esto para que aquellos que menos tienen paguen los platos rotos de una crisis provocada por la locura y desmanes fabuladores de los milagreros mercados financieros y sus correligionarios.
Con la grave crisis institucional de nuestra vecina Portugal al borde de un descalabro económico-social, el Gobierno español, de nuevo embreñado en otra guerra, no ha dado ninguna señal manifiesta de adoptar una resolución firme y contundente que aclare un poco más nuestro incierto futuro y acabe, de una vez, con los desfalcos y abusos llevados a cabo por las entidades bancarias en el territorio español. Para colmo de males, el banco, viéndose escudado por la vergonzosa parcialidad que le ofrece el Gobierno español, no dudará en hundir un poco más en la miseria a todo aquel que no comulgue con sus normas. Continuará humillando, atemorizando, extenderá las reglas de su juego por doquiera y sembrará el miedo en millares y millares de familias españolas que contemplan con temor y pesadumbre su futuro inmediato.
Este otro tipo de terrorismo encubierto que ni altos mandatarios ni medios de comunicación se atreven a nombrar ni poner en la piqueta, no puede ser combatido con las armas ordinarias del Estado, porque éste, desgraciadamente, es su principal aliado. Para acabar con el imperio bancario, necesitamos el apoyo de una ciudadanía organizada y concienciada dispuesta a poner en funcionamiento toda una serie de mecanismos de autodefensa encaminados a pararle los pies y plantarle cara a un sistema bancario gozando de una descarada impunidad estatal. Ya es hora de salir a la calle y encararse de una vez para siempre con los que ahora se refocilan y esbozan complacientes sonrisas en sus relucientes despachos ubicados en la planta cuarenta y siete de algún rascacielos. Todo depende de nosotros. La espera se alarga y el tiempo no corre sino en nuestra contra. Tomemos a pecho las palabras que Zapatero glosaba en el hemiciclo para justificar la acción militar de la O.N.U. y ante las indiscriminadas amenazas de la dictadura bancaria, salgamos a la calle reclamando nuestros derechos, pongamos el grito en el cielo a favor del habeas corpus o bien pidamos a la Comunidad Internancional la creación de un “zona de exclusión bancaria” con tal de protegernos contra el pillaje, abusos y correrías de la mesnada bancaria.
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