Una huelga a la francesa
La fría mañana parisiense se diluye en la grisácea claridad de una tenue neblina abalanzándose sobre la ciudad. Deambulamos a ciegas atravesando el boulevard Raspail y posando la mirada en las cartulinas aprisionadas en el enrejado del liceo Jean Monnet, mientras un grupo de estudiantes se las apaña para tratar de bloquear la entrada principal del edificio con un pila de contenedores amontonados desordenadamente y coronados con una pancarta dónde puede leerse con claridad, “Carla on est comme toi: on se fait baiser par le chef d’Etat”. A pesar de la obscena alusión amatoria estampada en el lienzo blancuzco, la agitada realidad política de una Francia comandada por la mano de hierro del arrogante Nicolas Sarkozy, no podría condensarse con mayor precisión en un número tan reducido de palabras. Los apasionados reclamos de toda una sociedad puesta en pie de guerra ante la cerrazón – y sinrazón- de un gobierno decidido a llevar hasta el final la anunciada reforma de las pensiones, haciendo oídos sordos a las protestas que le llueven por todas partes y la animadversión de una ciudadanía que, como bien aseveraba la mentada pancarta, se siente tanto violentada como traicionada entre las garras del rijoso presidente de la República.
Dejamos el instituto atrás y continuamos nuestra marcha tomando la Rue de Vaugirard para desembocar en el Jardín de Luxemburgo. A lo lejos avizoramos la lenta procesión de una nutrida comitiva sindicalista enarbolando los coloridos estandartes de las diferentes agrupaciones y entonando deliberadamente las machaconas consignas de un movimiento social, una acalorada deflagración, balizado por un profundo deseo de acabar con los inopinados tejemanejes de un sistema económico-político-social injusto. Nos aproximamos con cautela y contemplamos el cortejo de cerca. Los rostros aguerridos, sibilinos, rezumantes de una contrastada exasperación ante los manifiestos abusos del poder económico y sus adiestrados titiriteros gubernamentales incapaces de hacerle sombra o tan siquiera una leve oposición. Trátese de la izquierda, la derecha o el centro, del socialismo apelmazado de Papandréou y Zapatero o del liberalismo apisonador de Sarkozy, Merkel y Cameron, las pseudo-democracias occidentales acatan sin mayores remilgos las infaustas presunciones del gremio monetario para zapar los servicios públicos y las garantías sociales, mientras despluman a los asalariados a base de subidas de impuestos y recortes sociales con la intención de hacerles pagar el saqueo perpetrado por bancos y agencias de notación. ¡Y ahora quieren también jugar con nuestra jubilación para llevarnos al nicho con el mono del trabajo impecable! La puesta en marcha de una reforma dónde se promueve el aumento en la edad de jubilación con la mendaz argumentación “a posteriori” de un fututo desajuste en la balanza de ahorros estatales a consecuencia del incremento exponencial – con los subsecuentes gastos- en el coste de las pensiones por la mejora de la calidad de vida y una mayor duración en la cotización de la jubilación. Los recortes estipulados por los mandatarios europeos – gracias a la excusa de la crisis económica- con la intención de paliar las eventuales dificultades en la financiación de las pensiones no entran sino en la lógica acerba del condolido régimen monetario-liberal, representado simbólicamente por el paquete de medidas adoptadas como una necesaria coartada para contrarrestar, amortiguar y sofocar el vendaval financiero culpable de la crisis económica. Medidas de austeridad que la celebérrima derecha europea – Merkel, Sarkozy y Cameron- aplauden y reciben con entusiasmo votando en contra de una modificación del estatuto europeo y rechazando tajantemente cualesquiera alternativas encaminadas para afrontar la crisis desde un ángulo o perspectiva sustraída a la “política de austeridad” dictaminada por el F.M.I ceñido al andamiaje ideológico del más acendrado conservadurismo neoliberal propalado por Von Hayek y Milton Friedman. Así, la reforma de las pensiones, es defendida a trochemoche por parte del gobierno acuñando toda una retahíla o concatenación lógica erróneamente deducida desde unas premisas presentadas como verdades impepinables y empapadas hasta la médula de los presupuestos ideológicos del neoliberalismo avasallador. Para atajar el amenazante “déficit presupuestario” la única solución pasaría por la criba indiscriminada de las garantías sociales y el aumento sin remisión de los impuestos, sin caer en la cuenta – como apuntaba J.M.Keynes- de que una política socialmente restrictiva no conlleva una disminución inmediata del déficit presupuestario – así como tampoco una bajada automática del paro gracias a las “flexibilización del mercado de trabajo” y las ventajas para la contratación de las empresas capaces de reactivar otra vez el motor económico- ni tanto menos contribuirá a erradicar los malfuncionamientos enquistados en el sistema económico. Entonces, ¿por qué no elaborar una política activa de empleo a largo plazo para paliar las insuficiencias en la futura financiación de las pensiones? ¿Por qué no crear inmediatamente una tasa sobre las transacciones financieras para obtener un rédito que nos permitiese cubrir en un futuro los gastos derivados del sistema de pensiones? Si por un lado lográsemos reducir paulatinamente el paro - estimulando una política efectiva de empleo- y aplicar una tasa sobre las transacciones financieras el estado contaría con una fuente de ingresos suplementaria – impuestos procedentes de los asalariados y la tasa porcentual derivada de las transacciones- para financiar el fututo problema de las pensiones sin rebajar un ápice los derechos sociales de la ciudadanía.
Seguimos adelante en dirección al Panteón para acabar bordeando la plaza de la Sorbonne a través de una embarullada aglomeración estudiantil ralentizando considerablemente el tráfico del céntrico boulevard Saint-Michel en tanto que la policía se afana por dispersar la manifestación a golpe de pelotas de goma y gases lacrimógenos. Entre los rescoldos de la humeante batalla campal atisbamos los semblantes de algunos comerciantes observando atentos la escena tras los vitrales de sus establecimientos. Quizás no sólo las miradas de los comerciantes se claven en el medio centenar de jóvenes enfrentándose a las cargas policiales, sino también las esperanzas ahogadas de millones y millones de individuos anónimos que han sido víctimas forzadas de los palpables desfalcos del poder económico, estén puestas en estos jóvenes. Un poder económico omnímodo, inmune a la justicia planetaria y redimido de toda penalización tangible que rozará el colmo del absurdo esperpento neoliberal cuando tras el injusto aquelarre financiero, los más pobres e indefensos, asalariados y pensionistas, sean los encargados de damnificar a los todopoderosos mecenas del Gran Casino Global para evitar la debacle definitiva de la Banca y el sistema capitalista en su totalidad. Tal vez, el plantel predispuesto por los huelguistas franceses contra la reforma de las pensiones no se limite a una lucha aislada en el marco de un estado nacional, sino, más bien, a la defensa interplanetaria de todos y cada uno de nosotros en la lucha por un mundo más justo. Tal vez, digo, los ojos del mundo entero estén ahora dirigidos a la evolución de un movimiento social capaz de poner en jaque, no sólo al gobierno francés, sino al inquebrantable sistema neoliberal, mostrando el camino a seguir para acabar con la desenfrenada usurpación de los derechos fundamentales del individuo en el desempeño de una vida digna.
Abandonamos la plaza y nos introducimos en la boca del metro para volver a casa. Durante el trayecto mi acompañante eleva la esperada demanda: Y, en España, ¿qué ocurre? En España, por desgracia no ocurre nada. Un país con casi cinco millones de parados y el cuarenta por ciento de los licenciados o diplomados en paro y sin perspectivas de futuro. Un país atenazado, sin conflictividad social ni opinión pública combativa; sin corrientes de pensamiento alternativo, con una izquierda paralizada y adormecida, sin una crítica intelectual capaz de fomentar el desarrollo cultural de una ciudadanía encalabrinada, fantasmal; un país encandilado con las proezas de su selección nacional; un país desgalichado gracias a una clase política incompetente; un país sin el peso regulador de una izquierda capacitada para trasvasar los ideales de una generación profundamente desilusionada, mientras contempla como la otra mitad del país se las gasta para llevar en volandas al idolatrado pimpollito de Blas Piñar hasta el plató de una tertulia televisiva con vistas a entretener a los maromos y maromas hispánicos después de la sobremesa. A falta de un pensamiento crítico organizado capaz de arrancar las anteojeras a una sociedad ramplona, adocenada, víctima de un servilismo lacayuno y un espíritu de vasallaje acrecentado por el mito nacional de la “España eterna”, tendremos, al menos, la oportunidad, de pasar tranquilamente las tardes-noches de nuestra penuria cotidiana con la narizota pegada al televisor mientras deglutimos la verbosidad retórica del gran ideólogo ibérico, Blas Piñar, para sacarnos de la crisis socio-económica que nos envuelve desde hace mucho tiempo y dar un golpe de timón en la zozobrante singladura de un país a la deriva.
6 comentarios:
Y que me dices de los sindicatos. Entre los muchos problemas de España el mas grave son los sindicatos manejados por el gobierno. Sin un sindicalismo fuerte y autonomo ni huelga a la francesa ni huelga general que valga la pena.
que vuelvan los sindicatos verticales y el libre despido ya!
Tienes razón sin un sindicalismo fuerte, apaga y vámonos porque todas las huelgas generales convocadas por los sindicatos no serán mas que cortinas de humo. También Ernesto tiene razón cuando dice que los problemas de España no son solamente sindicales porque antes de cambiar a los sindicatos debería cambiar la sociedad en su conjunto.
yo votaría por empezar a reformar primero la izquierda porque con i.u. no vamos a ningun lado..y luego los sindicatos, vaya birria y que timo.
Tal vez el subtítulo del blog es un poco ambiguo, no es un blog para gente al margen de la política (nunca se nos hubiese ocurrido semejante estupidez), si no para gente al margen de la política que padecemos en estos días (y en el pasado, me temo). Efectivamente mirando atrás veo que los culpables de esta sangría no llevan camisa azul, unos la cambiaron por gaviotas y otros presumieron de chaquetas de pana, todos gobernaron sin molestar a los amos que llevaron camisa azul cuando hubo que llevararla y se la quitaron cuando hubo que quitarsea y por supuesto no olvidaron mandar a sus hijos a estudiar a buenos colegios y escuelas de negocios.
Este es un blog de izquierdas, radical, pero no sectario y si quieres podemos discutirlo pero la raíz de nuestros problemas es el sistema económico y la estructura de propiedad y dominación que no se pudo cambiar durante los años treinta, plagó de muertos las cunetas durante cuarenta años y se metamorfoseó, para que no cambiase nada, durante la transición.
De tolerantes e integradores nada de nada, los que aquí escribimos (que me corrija el que no esté de acuerdo)ni somos ni pretendemos ser tolerantes ni integradores, no quiero ser tolerante ni con la injusticia ni con la desmemoria.
Tan fácil sería mentir como afirmar que una argumentación carece de fundamento, siendo por ello errónea, sin mentar explícitamente dónde se hallan los susodichos errores y, aún más grave, sin proporcionar una contra-argumentación capaz de sustituir o desbaratar a la anterior. En este artículo se ponen de manifiesto los ardites utilizados por el poder económico y sus malsines gubernamentales para llevar a cabo una reforma, a todas luces, injusta e innecesaria. ¿Acaso el aumento en la edad de jubilación se presenta como la única solución para atajar el futuro desbarajuste en el sistema de pensiones? En ese caso espero que tus argumentos sirvan para convencernos. Por otro lado, aquí no se defiende ningún tipo de partidismo ideológico ni sectarismo obnubilador. Unicamente se expone una realidad social que considero injusta porque mi único credo es la Verdad - con mayúsculas- más allá de cualesquiera disputas ideológicas. ¿Autobombo? ¿Acaso estoy vendiendo televisores o reclamando el voto para un determinado partido político? Esto no es ningún bazar sino una manera, entre otras muchas, de aclarar nuestro presente más inmediato con la única intención de mejoralo allí dónde las injusticas se hacen más patentes para poder decir algún día que ahora sí, habitamos en "el mejor de los mundos posibles".
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