Ahora que por fin estoy abordando una primera lectura a
la Crítica de la razón pura, se
me ocurre que podríamos dividir a la humanidad en dos categorías,
una (en la que me incluyo), la de quienes no conocen el opus
kantiano y a la vez son capaces de aplicarlo a su discurrir cotidiano
y otros benditos cuyo intelecto les agasaja con semejante don.
En primer lugar tomar conciencia de que cada uno de
nosotros somos seres cuyo intelecto está creado por la naturaleza de
manera óptima a la vez que nos arrebata el ser. Es decir nadie puede
ser un objeto que no sea su mismidad Sólo podemos pasar impolutos
por eso que llamamos fenómenos y que sin embargo, tan profundamente
recorren nuestro cuerpo que los tomamos por entes objetivos cuando en
realidad son vivencias absorbidas y expelidas torrencialmente.
Por consiguiente, de las diferentes formas en que se nos
presentan el mundo fenoménico existen otras tantas categorías
capaces de acudir en su busca para ponerle una estampilla
determinada. Estas categorías son obra del ser humano y los objetos
obra de la madre Naturaleza. A ello hay que sumarle la asaz empresa
del entendimiento intersubjetivo del ser humano mediante un lenguaje
que desde mi posición califico de metafísica. No existe ulterior
metafísica de un objeto o realidad que el nombrarlo, todo lo demás
es anterior, según mi propia opinión. De este modo el ser humano es
creador creado, lo cual se puede aprehender por los sentidos y no
resulta ser más que una evidencia.
Aquí parecería que me atrevo a tratar los problemas
actuales de la filosofía y la ciencia de soslayo cuando en realidad
es que los simplifico reduciéndolos a una mera techné. De
este modo las complicaciones irrumpen cuando tal y como el propio
Kant escribió: “El principio de la unidad sintética de
apercepción es el principio supremo de todo uso del entendimiento”.
Este principio engloba el sentido interno o intuición que actúa
espacio-temporalmente y la imaginación que también está sujeta a
las categorías que la propia naturaleza ha impuesto y de las que no
se puede escapar ningún intelecto por más que se rebele. Esto es,
espacio, tiempo, causa, efecto, posibilidad, imposibilidad,
universalidad, particularidad, individualidad y pluralidad. Ya los
filósofos estoicos, condenados por querer educar y liberar a la
humanidad; apuntaban que todos los seres humanos y los animales hasta
cierto punto, tienen unas pautas de conocimiento común de los
fenómenos.
Por consiguiente, no es el olvido del ser puesto que el
único ser que podemos conocer bajo la lema; “Conócete a ti
mismo” y ello se lleva a cabo con el canon que la idea de
apercepción trascendental se establece en el opus kantiano.
Esto es lo en mayor o menor medida nos otorga el acceso a la
creación de esas realidades fenoménicas a las que el filósofo de
germano se refiere. No obstante se echa de menos en la obra kantiana
referencias a lo que él en su día no conocía como tal, pero que
irrumpió en el siglo XX como una nueva filosofía, hablamos del giro
lingüístico.
En cualquier caso, el giro lingüístico es un tópico
que pertenece al utillaje de la hermenéutica e innecesario a las
pretensiones antropológicas de Immanuel Kant. Kant trae a colación
la realidad mediante lo que considero una meta-realidad, esto es, el
lenguaje. Hay fenómenos que por suceder en un tiempo limitado sólo
pueden reaparecer metafísicamente mediante los conceptos mientras
que otros que pueden estar espacialmente lejanos pueden ser aludidos.
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