Europa y sus fantasmas
Después de un año complicado en el palco de la política europea con el lastre de la crisis financiera pendiendo como una pesada espada de Damocles, la caída en picado del euro - acentuada por el hundimiento del estado griego-, los esporádicos encontronazos con la férrea canciller alemana Angela Merkel, el incesante titubeo de las economías española y portuguesa, los escándalos financieros que salpican al partido del señor Sarkozy a raíz de los jugosas declaraciones enhestadas por la multimillonaria propietaria de L’Oreal, Liliane Bettencourt, los recurrentes devaneos del primer ministro italiano Berlusconi con la justicia y su polémica ley de la Información aprobada este verano para proteger a los diputados de las escuchas telefónicas ordenadas por los carabinieri en su lucha contra la corrupción, se le une la actual toma de posición exhibida en las altas esferas de los jefes de estado europeo al decidir hacer piña para escudarse mutuamente de las acusaciones elevadas por la vicepresidenta de la Comisión y comisaria de Justicia en el Parlamento Europeo, Viviane Reding, a tenor de las expulsiones de “roms” organizadas bajo la férula del gobierno Sarkozy. Las críticas de la comisaria, amparada por el presidente José Manuel Durão Barroso, llegarían a su punto álgido el pasado 14 de septiembre cuando el presidente de la República Francesa contestase algo molesto que si tanto le preocupaba la situación de los “roms” a la obstinada comisaria, entonces ella misma “podría acogerlos en Luxemburgo”. Uno de los primeros capos del estado en salir a la palestra para defender al señor Sarkozy, - antes de la reunión del Consejo Europeo en Bruselas- fue, como no, Silvio Berlusconi quien daría a entender que “ la señora Reding habría hecho mucho mejor tratando el asunto en privado con el dirigente francés, antes de expresarse públicamente en semejantes términos" (La Repubblica, 16 septiembre). Aunque, con todo, la polémica desatada en torno a las expulsiones de los roms, no acabaría ni mucho menos con la encarecida defensa del primer ministro italiano y las posteriores disculpas de la comisión europea, porque días más tarde el fortalecido gremio conformado por los principales jefes de estado se lanzaría de lleno a la turbulenta piscina del Parlamento Europeo para defender incondicionalmente la causa del señor Sarkozy y criticar sin tapujos la postura y opiniones esgrimidas desde la Comisión Europea. La campaña urdida por los mandamases de Europa, tratando de campear el temporal, no consistiría sino en una ladina estrategia de disuasión centrada en tomar el toro por los cuernos, - denostando y malfamando la posición adoptada por la Comisión europea- para desviar la atención mediática sobre un asunto que ya comenzaba a ser un rompecabezas para más de uno.
Un asunto, por otro lado, de tamaña enjundia que asuela a la comunidad europea desde tiempo atrás – si echamos una ojeada a las crónicas- pero que tocaría techo cuando Europa decidiese ensanchar sus fronteras dando asimismo cabida a una serie de países del este – tales como Rumania y Bulgaria- cuyas paupérrimas condiciones sociales, en términos económicos y laborales, no harían sino atraer, una enorme masa de personas dirigidas al oeste europeo en busca de una vida mejor. Cuando en la actualidad Europa impone a Serbia la estabilización de sus relaciones con el reciente estado de Kosovo como una condición sine qua non para entrar a formar parte del contingente europeo, los principales mandamases de la U.E. se eximen taimadamente de abordar el conflicto de intereses creado por las expulsiones de los “roms”, poniendo cara de circunstancia y haciendo gala de un agudo sentido de unidad política en la defensa incondicional de sus egregios portavoces. Los requiebros y maniobras ensartados en el parlamento europeo el pasado 17 de septiembre no han dejado indiferentes a los jefes de otros estados, como Rumania e Hungría, que han mostrado su malestar ante la patente falta de interés por parte de los principales dirigentes del gremio europeo en buscar una salida al conflicto. Al contrario de lo acaecido hace apenas tres años, cuando la aprobación de un paquete de medidas por parte de Silvio Berlusconi para la expulsión inmediata de los inmigrantes “sin papeles” y su redefinición del término “terrorista” – por lo que cualquier inmigrante sin papeles podría ser considerado como tal- no lograse levantar sino una tímida protesta por parte de algunas organizaciones humanitarias, la Francia del señor Sarkozy se ha visto desbordada y sorprendida ante la voz de la opinión popular vox populis, elevada al unísono para arremeter contra las medidas de “carácter xenófobo” adoptadas por su gobierno. La Francia de los derechos humanos y las libertades se convertiría de la noche a la mañana en la oveja negra de la gran familia europea y en el bouc emissaire, esto es, el cabeza de turco, de una opinión popular agazapada y enrabietada tras haber asistido a la sumisa genuflexión y servilismo de los gobiernos pseudo-democráticos ante los dictados del todopoderoso Mercado. Cabría, pues, sacar a colación, para tratar de rebajar un tanto los crecidos humos de los envalentonados mandamases europeos tras desgarrarse públicamente los vestidos a favor del señor Sarkozy – entre ellos Rodríguez Zapatero-, que ninguno de ellos tomaría nunca la palabra para cortarle las alas o cantarle las cuarenta a los altos mandos de la finanza, salir en airada defensa de la zozobrante democracia o declamar una apasionada filípica a favor de la ciudadanía que ahora deberá pagar de su bolsillo – para algo está el contribuidor- los desperfectos ocasionados tras la bacanal financiera, mientras los responsables de la debacle económico-social vuelven de sus prolongadas vacaciones estivales frotándose las manos con algún nuevo negocio capaz de engrosar sus ya de por sí dilatadas cuentas bancarias.
Quizás la reacción acontecida en el caso de nuestra reprimida y desalentada opinión popular no sea más que el reflejo sintomático de la situación vivida asimismo por nuestros principales capos de estado - afectados de un severo “complejo de marioneta” al servicio del intangible e inefable poder económico- en un intento desesperado por resarcirse de tan vergonzosa rendición, sacudirse el estrecho marcaje del poder económico y reforzar su debilitada autoestima dando un golpe de autoridad en el parlamento para poner a las claras que a pesar de lo sucedido, no han perdido un ápice de su margen de maniobra política. A la sazón podemos dar por buena la estrategia de nuestros mandatarios para hacernos creer que excepto en el enmarañado universo de la economía, las políticas emprendidas en los restantes ámbitos del territorio europeo nunca han estado ligadas ni entreveradas por causas ajenas al campo de lo estrictamente político, ¿acaso olvidaremos la vergonzosa neutralidad de la civilizada Europa en la masacre bosnia perpetrada por fanáticos como Milosevic y Mladic? ¿La tragedia de cientos de inmigrantes rescatados de una muerte segura por abnegados pescadores y hacinados durante semanas en condiciones inhumanas hasta que algún país de la culta Europa se dignase a darles acogida? No meteremos el dedo en la llaga, porque las heridas de Europa son tan profundas como dolorosas y seguiremos tal cual, dejando que los fantasmas se volatilicen en el baúl de los olvidos voluntarios. Empero, y siguiendo con nuestro tema, cabría preguntarse, ¿acaso la expulsión de los “roms” acabará milagrosamente con semejante problema? Tan sólo nos bastaría merodear durante unas horas por las barriadas más deprimidas de las grandes urbes europeas: desde las chabolas de la comunidad gitana sitas en los arrabales de Madrid hasta los campamentos elevados en los alrededores de la lustrosa París, sin olvidar echar previamente un detenido vistazo a los asentamientos improvisados de inmigrantes erigidos en Calais con la intención de cruzar el canal de la Mancha para dirigirse a Inglaterra o las zonas más descuidadas de Florencia y Roma i quartieri trascurati dónde la insalubridad y vetustez de los inmuebles chocan al incauto turista que se atreve a medinear por este dédalo de calles y callejuelas. Los ejemplos podrían multiplicarse al infinito para no acabar sino mostrando que las soluciones ad hoc tomadas con la intención de zanjar súbitamente un problema sin llegar a plantearse otro tipo de medidas estructurales que a largo plazo fueran capaces de amortiguar paulatinamente el problema, - diluirlo en lenta pero eficaz armonía con el sistema y, por ende, eliminarlo por completo- no pueden ser efectivas porque no lograrían sino remitir el problema y simplemente trasladarlo de un lugar a otro como si de una procesión de penitentes se tratase. La búsqueda de una solución efectiva para paliar el problema de la comunidad “roms”, no consistiría en pasarse la patata caliente de unos a otros para hacer “como si” las expulsiones fueran el único recurso aceptable, eficaz y adecuado para atajar el problema. Ante todo, cualquier solución dilucidada para zanjar de una vez por todas este complicado rompecabezas pasaría por la aceptación y el diálogo mutuo de los máximos mandatarios de la Unión Europea en el marco de un proyecto común para acabar – y no solamente relegar- con las deplorables expulsiones emprendidas por el gobierno de Sarkozy, que no hacen sino agravar la actual crisis europea y echar tierra de por medio en un asunto que compete a todos los países europeos por igual, sin excepción de condiciones, lengua, cultura o linaje.
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