Quizá la lucha correcta deba comenzar por resistir en nuestro foro interno a las contaminaciones de nuestra cultura, de nuestra propia psicología de animal en lo salvaje que tiene un instinto de supervivencia. La verdadera resistencia es aquella lucha por mantener un corazón puro que busque engendrar la sonrisa y la fraternidad en contra de todos aquellos que por la viciosa búsqueda del poder manipulan a los demás. El miedo, el egoísmo y la codicia son los grandes enemigos del ser humano, por el contrario la naturaleza es devenir porque no podemos poseerla, siempre que intentamos asirla se nos escapa y si tenemos la sensación de haber logrado algo, nos damos cuenta de que no poseemos nada y entonces nuestro yo se dirige a lo siguiente en una carrera imparable que normalmente tiene efectos dañinos para su autor y los que le rodean. Lo pensado aún no es factum por eso lo real es el pensar mismo y el actuar. Ahora bien, si queremos un mundo mejor y un yo mejor debemos actuar bien sin mirar las consecuencias, esto es, sin miedo, sin egoísmo y sin codicia, no buscar recompensa porque la recompensa ya esta ahí, ¿qué puede haber mejor que vivir bien? Lo demás no depende de nosotros. Ansiar poseer algo, sobre todo poder es lo que ofrece un alto nivel social para la mayoría absoluta o suficiente de este planeta, pero hay otros que sabemos ciertamente que se equivocan y luchamos por no caer en sus redes, para todos ellos va dedicada esta canción sátira del siglo XII o XIII conocida como una de las Canciones de Beuren o Carmina Burana, cuyo objeto era hacer crítica de las clases gobernantes, reyes y demás personajes tragicómicos que nunca debieran haber existido.
Lloro por las ofensas de Fortuna
con ojos rebosantes,
porque sus regalos para mí
ella rebeldemente se los lleva.
Verdad es, escrito está,
que la cabeza debe tener cabello
pero frecuentemente sigue
un tiempo de calvicie.
En el trono de Fortuna
yo acostumbraba a sentarme noblemente
con prosperidad
y con flores coronado;
evidentemente mucho prosperé
feliz y afortunado,
ahora me he desplomado de la cima
privado de la gloria.
La rueda de la Fortuna gira;
un hombre es humillado por su caída,
y otro elevado a las alturas.
Todos muy exaltados;
el rey se sienta en la cima,
permítanle evitar la rutina
ya que bajo la rueda leemos
que Hécuba es reina.
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